jueves, 22 de diciembre de 2011
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Concurso pasodoble Gaucin 2011.mpg
Resumen del primer concurso de pasodobles de Gaucín, celebrado el día 26/08/2011. Los ganadores fueron:
Gaspar y Mayte Primer premio
Paco y Clemencia Segundo premio
Jose y Maria Tercer premio
Gaspar y Mayte Primer premio
Paco y Clemencia Segundo premio
Jose y Maria Tercer premio
jueves, 1 de septiembre de 2011
Historia muerta de Gaucín: El molino de aceite y harina
El molino de aceite fue una infraestructura muy común en Andalucia, debido a la importancia del olivar en esta comunidad autónoma. Un ejemplo de este lo podemos encontrar en Gaucín, en la calle "Tenerias". Parcialmente desmantelado, aun se conservan los depósitos y demás maquinaria con la que se obtenía el aceite de oliva.
De los molinos hidráulicos quedan algunos, en mejor o peor conservación y en ellos se molia el grano del trigo para la obtención de la harina.
Mi agradecimiento a Eleni,Paco y Ricarco por abrirme las puertas de los molinos.
Aquí podéis ver algunas imágenes de lo que queda del molino.
Mi agradecimiento a Eleni,Paco y Ricarco por abrirme las puertas de los molinos.
Aquí podéis ver algunas imágenes de lo que queda del molino.
martes, 14 de junio de 2011
El Alcaide de Antequera
Narración del Duque de Rivas con referencias a Gaucín. (Napoles 27/02/1845)
El alcaide de Antequera
Descendía el sol majestuosamente a ocultar su eterna llama tras las desiguales cumbres de las sierras de Ronda, dando fin a una hermosisima y apacible tarde de otoño. Y el valiente Alcaide de Antequera, en la más alta torre de su castillo, respiraba las templadas auras del anochecer; y paseando en silencio la vista por la espaciosa vega, creyó ver a lo lejos, y esconderse en los olivares, dos moros a caballo, y se le figuró que se recataban de ser descubiertos desde la ciudad.
Observó también que iban armados, porque los últimos rayos del sol poniente relampaguearon en las corazas de bruñido acero y chispearon en las acicaladas puntas de las lanzas. Ardió al momento su corazón denodado en el deseo de salir a probarse con aquellos infieles, si eran, como había imaginado, guerreros.
Bajo apresurado a su cámara, se armó al proviso, mandó ensillar su peceño de Córdoba, tomó del armero una fuerte espada de Toledo y una pesada lanza, cabalgó ordenando que nadie le siguiera, pasó el puente levadizo y el foso de la barbacana, y sólo, y a toda brida, se alejo de la ciudad.
Era la noche serena y despejada, y la luna, resplandeciente en mitad del cielo, se mecía en un trono de transparentes celajes. A su clara luz, vió el Alcaide, al momento de llegar a los olivares, salir de ellos huyendo y dirigirse a la aspereza del monte a dos jinetes árabes con lanza, adarga y coselete, los mismos que descubrió desde su atalaya, y en cuya busca venía.
El peceño de Córdoba no era menos veloz que las dos yeguas berberiscas en que cabalgaban los fugitivos, y volaba, como el viento, por al llanura, empujado por las espuelas del Alcaide, que gritó con voz de trueno, que retumbó en las quiebras más lejanas:
¿Por qué huís, cobardes, si sois dos y vais armados?
Estas palabras hicieron diverso efecto en cada uno de aquellos a quienes se dirigían. En el pecho del uno aumentaron el pavor, en el del otro despertaron la honra. Y mientras aquél, como villano, apresuró la fuga, éste, como caballero revolviéndose de pronto y requiriendo la lanza, se preparó a recibir al guerrero, que lo acosaba y escarnecía.
Trabóse reñido combate. El moro, agilísimo y extremado jinete, manejando la lanza de dos hierros con destreza suma, burlaba las vigorosas acometidas del cristiano, que, destrísimo también en las armas y aventajado cabalgador, no podía tener tanta agilidad, cargado y oprimido con el peso de la armadura.
Ya estaban deshechos en sudor y cubiertos de heridas el caballo andaluz y la africana yegua, y ambos jinetes fatigados, cuando el español, mas experimentado guerrero, aprovechó un descuido del moro, y le dió tan vigorosa embestida, que lo derribó en tierra sin herirlo, gracias a la recamada adarga de Fez, que embotó la punta de la lanza.
Arrojóse el Alcaide de los arzones, y metiendo mano a la espada:
-Rindete-gritó al derribarlo, que le respondió:
-Mátame-sin la menor muestra de espanto.
-Jamás mi espada se tiñe en sangre de vencidos- repuso con viveza el vencedor, y retiró la aguda punta del rostro del mancebo; rostro que, iluminado por los pálidos rayos de la clarísima luna, sorprendió con su belleza y juventud al Alcaide de Antequera, inspirándole el más vivo interés: El que se aumentó de todo punto, cuando el derribado tornó a decirle con afligida y dolorosa voz:
-Mátame, caballero, mira que soy Abindarráez, el hijo único del Cadi de Loja, el mayor enemigo del nombre cristiano-.
Declaración que acrecentó en el Alcaide el deseo de tal cautivo, que podría ser prenda segura de alguna ventajosa negociación con el Rey de Granada.
-No te desesperes- dijo al moro- ni te aflijas por creerte deshonrado y vencido, ni desdeñes el ser mi prisionero, pues yo soy Don Rodrigo de Narváez, Alcaide de Antequera.
Tan respetable era en aquel tiempo el nombre de este insigne caballero entre moros y cristiano, que el mancebo, al oirlo, gozoso de haberse medido con él cuerpo a cuerpo, y no teniendo por mengua el rendirsele:
-Disponed como gusteis de mi persona- le dijo -;mas no sabéis, señor, el daño que me hacéis al no acabar con mi desventurada vida.
-Sois muy joven -le dijo Narváez-, y aun debéis esperar del cielo las dichas que merecen vuestra gallarda presencia, vuestro noble valor y lo esclarecido de vuestro linaje. Venid, pues, conmigo, donde el tiempo que estuviéreis en mi compañía no echaréis de menos el regalo de la casa de vuestro padre.
Y sin despojarle de la cimitarra, le obligó a cabalgar en la yegua, y haciéndolo el en su caballo, tomaron ambos la vuelta de Antequera.
A paso lento caminaban, y ambos, en el más profundo silencio. Pero Abindarráez, después de contemplar con desencajados ojos las vecinas sierras de Gaucín, y de clavarlos un momento en la luna que hacia ellos descendía, lanzó un profundo suspiro, como si se le arrancase el alma, y prorrumpió en el más doloroso llanto.
Admirado el Alcaide de aquellas flacas demostraciones en un mancebo tan duro en la pelea, se volvió a él y entre afable y severo:
-¿Por qué derramáis- le dijo -esas lagrimas, que no asientan bien en el rostro de un valiente, y dais esos tiernos suspiros, que dicen mal en el aliento de un pecho varonil?
Guardó profundo silencio un instante el moro; pero, o bien para manifestar que sus dolorosos extremos nacian de falta de valor, o por desahogar su oprimido pecho, contestóle resuelto:
-Generoso caballero, soy vuestro cautivo, y debo responder a vuestras preguntas, y debo también, por quien soy, daros tales explicaciones, que alejen de vos la sospecha de flaqueza con que ofendeis mis altivos pensamientos. Ayer cumpli veitidós años de edad, y llevo pasados ocho de ansiedades y tormentos, enamorado de la más gentil y desdeñosa doncella de Andalucía. Su amor es el sol que me alumbra, el aura que respiro. Y dura y cruel conmigo, pero sin dar entrada en su pecho a ninguna otra afición, y la prueba evidente de ello es que vivo, se ha mostrado siempre más dura que un peñasco a mis empresas, a mis festejos, a mis musicas, a mis hazañas, a mis lagrimas y dolorosos ruegos: firmes ambos siempre, yo en adorarla, y ella en detestarme. Y cuando acabo de conseguir el ablandar el pecho de aquella bendita huri; cuando encendida al fin por mi constancia en el fuego de mi amor; cuando, citado por ella, marchaba venturoso a Gaucín, donde vive, a recoger el premio de tantos afanes y tantos sacrificios, y a ser el más dichoso mortal de la tierra, me habéis vencido y cautivado; mirad, pues, si no son doblemente motivados mis suspiros, si no queman con razón estas lágrimas mis mejillas, y si con causa bastante os demandé me quitáseis la vida...
!Ay, ella me espera ahora mismo, inquieta ya por mi tardanza, en el jardín de su alquería, y yo marcho cautivoa las mazmorras de Antequera¡
Conmovido el generoso Alcaide, paró de pronto su corcel, y vuelto a su cautivo, le dijo:
Si, como dices, amas, y tu pasión y tu constancia ves al cabo tan tiernamente correspondidas, dichosamente padeces, !oh, afortunado mancebo¡ No quiera Dios que yo destruya tu felicidad. Corre, vuela a Gaucín a ser venturoso; corre, vuela a Gaucín, estas libre. No quiero que tu dama me presente por tu rescate sus ajorcas y joyeles, ni sus alfombras y sus almafas, sino solamente que os acordéis ambos de mi en vuestros momentos de mayor ventura.
Transportado de gozo, Abindarráez quiso arrojarse a los pies del generoso guerrero; pero éste, tendiendo la mano, apretó la del infortunado mancebo, y se apartó de él a toda brida.
Llegó al castillo de Antequera, subió a la alta torre, vió a la luz de la luna al venturoso amante correr como una exhalación por la senda de Gaucín.
Dos lágrimas de ternura brillaron sobre su rostro, endurecido por el sol de los combates; bajó a su cámara, se desarmó en silencio, y contento y satisfecho de si mismo, se entregó al dulce sueño de una alma sensible y bienhechora.
Fragmento de la revista “La nación militar” pag: 321-323. Fecha 09/10/1909 nº 563
El alcaide de Antequera
Descendía el sol majestuosamente a ocultar su eterna llama tras las desiguales cumbres de las sierras de Ronda, dando fin a una hermosisima y apacible tarde de otoño. Y el valiente Alcaide de Antequera, en la más alta torre de su castillo, respiraba las templadas auras del anochecer; y paseando en silencio la vista por la espaciosa vega, creyó ver a lo lejos, y esconderse en los olivares, dos moros a caballo, y se le figuró que se recataban de ser descubiertos desde la ciudad.
Observó también que iban armados, porque los últimos rayos del sol poniente relampaguearon en las corazas de bruñido acero y chispearon en las acicaladas puntas de las lanzas. Ardió al momento su corazón denodado en el deseo de salir a probarse con aquellos infieles, si eran, como había imaginado, guerreros.
Bajo apresurado a su cámara, se armó al proviso, mandó ensillar su peceño de Córdoba, tomó del armero una fuerte espada de Toledo y una pesada lanza, cabalgó ordenando que nadie le siguiera, pasó el puente levadizo y el foso de la barbacana, y sólo, y a toda brida, se alejo de la ciudad.
Era la noche serena y despejada, y la luna, resplandeciente en mitad del cielo, se mecía en un trono de transparentes celajes. A su clara luz, vió el Alcaide, al momento de llegar a los olivares, salir de ellos huyendo y dirigirse a la aspereza del monte a dos jinetes árabes con lanza, adarga y coselete, los mismos que descubrió desde su atalaya, y en cuya busca venía.
El peceño de Córdoba no era menos veloz que las dos yeguas berberiscas en que cabalgaban los fugitivos, y volaba, como el viento, por al llanura, empujado por las espuelas del Alcaide, que gritó con voz de trueno, que retumbó en las quiebras más lejanas:
¿Por qué huís, cobardes, si sois dos y vais armados?
Estas palabras hicieron diverso efecto en cada uno de aquellos a quienes se dirigían. En el pecho del uno aumentaron el pavor, en el del otro despertaron la honra. Y mientras aquél, como villano, apresuró la fuga, éste, como caballero revolviéndose de pronto y requiriendo la lanza, se preparó a recibir al guerrero, que lo acosaba y escarnecía.
Trabóse reñido combate. El moro, agilísimo y extremado jinete, manejando la lanza de dos hierros con destreza suma, burlaba las vigorosas acometidas del cristiano, que, destrísimo también en las armas y aventajado cabalgador, no podía tener tanta agilidad, cargado y oprimido con el peso de la armadura.
Ya estaban deshechos en sudor y cubiertos de heridas el caballo andaluz y la africana yegua, y ambos jinetes fatigados, cuando el español, mas experimentado guerrero, aprovechó un descuido del moro, y le dió tan vigorosa embestida, que lo derribó en tierra sin herirlo, gracias a la recamada adarga de Fez, que embotó la punta de la lanza.
Arrojóse el Alcaide de los arzones, y metiendo mano a la espada:
-Rindete-gritó al derribarlo, que le respondió:
-Mátame-sin la menor muestra de espanto.
-Jamás mi espada se tiñe en sangre de vencidos- repuso con viveza el vencedor, y retiró la aguda punta del rostro del mancebo; rostro que, iluminado por los pálidos rayos de la clarísima luna, sorprendió con su belleza y juventud al Alcaide de Antequera, inspirándole el más vivo interés: El que se aumentó de todo punto, cuando el derribado tornó a decirle con afligida y dolorosa voz:
-Mátame, caballero, mira que soy Abindarráez, el hijo único del Cadi de Loja, el mayor enemigo del nombre cristiano-.
Declaración que acrecentó en el Alcaide el deseo de tal cautivo, que podría ser prenda segura de alguna ventajosa negociación con el Rey de Granada.
-No te desesperes- dijo al moro- ni te aflijas por creerte deshonrado y vencido, ni desdeñes el ser mi prisionero, pues yo soy Don Rodrigo de Narváez, Alcaide de Antequera.
Tan respetable era en aquel tiempo el nombre de este insigne caballero entre moros y cristiano, que el mancebo, al oirlo, gozoso de haberse medido con él cuerpo a cuerpo, y no teniendo por mengua el rendirsele:
-Disponed como gusteis de mi persona- le dijo -;mas no sabéis, señor, el daño que me hacéis al no acabar con mi desventurada vida.
-Sois muy joven -le dijo Narváez-, y aun debéis esperar del cielo las dichas que merecen vuestra gallarda presencia, vuestro noble valor y lo esclarecido de vuestro linaje. Venid, pues, conmigo, donde el tiempo que estuviéreis en mi compañía no echaréis de menos el regalo de la casa de vuestro padre.
Y sin despojarle de la cimitarra, le obligó a cabalgar en la yegua, y haciéndolo el en su caballo, tomaron ambos la vuelta de Antequera.
A paso lento caminaban, y ambos, en el más profundo silencio. Pero Abindarráez, después de contemplar con desencajados ojos las vecinas sierras de Gaucín, y de clavarlos un momento en la luna que hacia ellos descendía, lanzó un profundo suspiro, como si se le arrancase el alma, y prorrumpió en el más doloroso llanto.
Admirado el Alcaide de aquellas flacas demostraciones en un mancebo tan duro en la pelea, se volvió a él y entre afable y severo:
-¿Por qué derramáis- le dijo -esas lagrimas, que no asientan bien en el rostro de un valiente, y dais esos tiernos suspiros, que dicen mal en el aliento de un pecho varonil?
Guardó profundo silencio un instante el moro; pero, o bien para manifestar que sus dolorosos extremos nacian de falta de valor, o por desahogar su oprimido pecho, contestóle resuelto:
-Generoso caballero, soy vuestro cautivo, y debo responder a vuestras preguntas, y debo también, por quien soy, daros tales explicaciones, que alejen de vos la sospecha de flaqueza con que ofendeis mis altivos pensamientos. Ayer cumpli veitidós años de edad, y llevo pasados ocho de ansiedades y tormentos, enamorado de la más gentil y desdeñosa doncella de Andalucía. Su amor es el sol que me alumbra, el aura que respiro. Y dura y cruel conmigo, pero sin dar entrada en su pecho a ninguna otra afición, y la prueba evidente de ello es que vivo, se ha mostrado siempre más dura que un peñasco a mis empresas, a mis festejos, a mis musicas, a mis hazañas, a mis lagrimas y dolorosos ruegos: firmes ambos siempre, yo en adorarla, y ella en detestarme. Y cuando acabo de conseguir el ablandar el pecho de aquella bendita huri; cuando encendida al fin por mi constancia en el fuego de mi amor; cuando, citado por ella, marchaba venturoso a Gaucín, donde vive, a recoger el premio de tantos afanes y tantos sacrificios, y a ser el más dichoso mortal de la tierra, me habéis vencido y cautivado; mirad, pues, si no son doblemente motivados mis suspiros, si no queman con razón estas lágrimas mis mejillas, y si con causa bastante os demandé me quitáseis la vida...
!Ay, ella me espera ahora mismo, inquieta ya por mi tardanza, en el jardín de su alquería, y yo marcho cautivoa las mazmorras de Antequera¡
Conmovido el generoso Alcaide, paró de pronto su corcel, y vuelto a su cautivo, le dijo:
Si, como dices, amas, y tu pasión y tu constancia ves al cabo tan tiernamente correspondidas, dichosamente padeces, !oh, afortunado mancebo¡ No quiera Dios que yo destruya tu felicidad. Corre, vuela a Gaucín a ser venturoso; corre, vuela a Gaucín, estas libre. No quiero que tu dama me presente por tu rescate sus ajorcas y joyeles, ni sus alfombras y sus almafas, sino solamente que os acordéis ambos de mi en vuestros momentos de mayor ventura.
Transportado de gozo, Abindarráez quiso arrojarse a los pies del generoso guerrero; pero éste, tendiendo la mano, apretó la del infortunado mancebo, y se apartó de él a toda brida.
Llegó al castillo de Antequera, subió a la alta torre, vió a la luz de la luna al venturoso amante correr como una exhalación por la senda de Gaucín.
Dos lágrimas de ternura brillaron sobre su rostro, endurecido por el sol de los combates; bajó a su cámara, se desarmó en silencio, y contento y satisfecho de si mismo, se entregó al dulce sueño de una alma sensible y bienhechora.
Fragmento de la revista “La nación militar” pag: 321-323. Fecha 09/10/1909 nº 563
lunes, 23 de mayo de 2011
martes, 26 de abril de 2011
Semana santa 2011 semana de agua
Este año la Semana Santa quedará en el recuerdo por las abundantes precipitaciones, aun estando cargada de actos y eventos.
El 16 de abril, el concierto de cuaresma y velada flamenca.
El 20 de abril, comienzo de los actos religiosos.
El 21 de abril, la lluvia interfiere en la celebración de las procesiones y da comienzo el I Festival de Semana Santa.
El 22 de abril, se suspenden las procesiones por la lluvia, continua el I Festival de Semana Santa.
El 23 de abril, llegan los toros y sigue lloviendo.
El 24 de abril, salen los dos primeros toros y para el tercero reaparece la lluvia, da igual el toro corre por las calles del pueblo, poniendo fin a la Semana Santa.
El 16 de abril, el concierto de cuaresma y velada flamenca.
El 20 de abril, comienzo de los actos religiosos.
El 21 de abril, la lluvia interfiere en la celebración de las procesiones y da comienzo el I Festival de Semana Santa.
El 22 de abril, se suspenden las procesiones por la lluvia, continua el I Festival de Semana Santa.
El 23 de abril, llegan los toros y sigue lloviendo.
El 24 de abril, salen los dos primeros toros y para el tercero reaparece la lluvia, da igual el toro corre por las calles del pueblo, poniendo fin a la Semana Santa.
miércoles, 13 de abril de 2011
Reinas y damas de la feria de Gaucín
1982: Reina: Manoli M. M.
Damas: María G. R. y Antonia G. M.
1983: Reina: María del Carmen M. M.
Damas: Felisa C. A.y María del Carmen M. V.
1984: Reina: Ana Rosa S. R.
Damas: Isabel G. S.y Rosi G. R.
1985: Reina: Isabel M. M.
Damas:
1986: Reina: María Isabel R. M.
Damas: María José L. R.y María Inmaculada S.
1987: Reina:
Damas:
1988: Reina: Ana Isabel M. D.
Dama: Paqui A. M.
1989: Reina:
Damas:
1990: Reina: Tere C.
Damas: María José C. R. y Paqui C.
1991: Reina: María José M.
Damas: María del Carmen S. y Manoli V.
1992: Reina:
Damas:
1993: Reina: Rosi S. M.
Damas: Brigida R. G. y Raquel O. V.
1994: Reina: Irene M. P.
Damas: Rosa María R. O. y Esther F. J.
1995: Reina: María del Carmen C. C.
Damas: Maribel G. S. y Auxiliadora A. B.
1996: Reina: Olivia M. J.
Damas: Palmira P. G. y María José R. G.
1997: Reina: María Alejandra R. T.
Damas: Paqui C. M. y Clover B.
1998: Reina: María Sabrina M. V.
Damas: María Isabel B. C. y Sonia G. S.
1999: Reina: Angela R.
Damas: Ariane L. y Luna G. G.
2000: Reina: Paqui C.
Damas: Araceli M.,Nieves A. y Belen M. M.
2001: Reina: Maite L. G.
Damas: Almudena B., Clara C. R. y Veronica O. M.
2002: Reina: Melania H. C.
Damas: Ana Belen M. M., Lorena R. M. y Mariola M. M.
2003: Reina: Ana Belen L. B.
Damas: Carolina A. A., Esperanza y Vanesa T. M.
2004: Reina: Ana V. M.
Damas: Aurelia M. S. y María del Mar Q. L.
2005: Reina: Eloisa B. M.
Damas: Sandra L., Mónica R. M. y Juana M. M.
2006: Reina: Estefanía R. M.
Damas: María Isabel P. A., Rocio M. R. y Saray T. B.
2007: Reina: Inmaculada H. M.
Damas: Jessica T. G., María José C. M. e Islha A. L.
2008: Reina: Margarita M. Z.
Damas: Rocio C. M., Vanesa J. O. y Rosa de Lima O. S.
2009: Reina: Manoli M. R.
Damas: Emily P. T. y Mirella R. M.
2010: Reina: Estela L. V.
Damas: Paqui S. S. y Cristina M. T.
Damas: María G. R. y Antonia G. M.
1983: Reina: María del Carmen M. M.
Damas: Felisa C. A.y María del Carmen M. V.
1984: Reina: Ana Rosa S. R.
Damas: Isabel G. S.y Rosi G. R.
1985: Reina: Isabel M. M.
Damas:
1986: Reina: María Isabel R. M.
Damas: María José L. R.y María Inmaculada S.
1987: Reina:
Damas:
1988: Reina: Ana Isabel M. D.
Dama: Paqui A. M.
1989: Reina:
Damas:
1990: Reina: Tere C.
Damas: María José C. R. y Paqui C.
1991: Reina: María José M.
Damas: María del Carmen S. y Manoli V.
1992: Reina:
Damas:
1993: Reina: Rosi S. M.
Damas: Brigida R. G. y Raquel O. V.
1994: Reina: Irene M. P.
Damas: Rosa María R. O. y Esther F. J.
1995: Reina: María del Carmen C. C.
Damas: Maribel G. S. y Auxiliadora A. B.
1996: Reina: Olivia M. J.
Damas: Palmira P. G. y María José R. G.
1997: Reina: María Alejandra R. T.
Damas: Paqui C. M. y Clover B.
1998: Reina: María Sabrina M. V.
Damas: María Isabel B. C. y Sonia G. S.
1999: Reina: Angela R.
Damas: Ariane L. y Luna G. G.
2000: Reina: Paqui C.
Damas: Araceli M.,Nieves A. y Belen M. M.
2001: Reina: Maite L. G.
Damas: Almudena B., Clara C. R. y Veronica O. M.
2002: Reina: Melania H. C.
Damas: Ana Belen M. M., Lorena R. M. y Mariola M. M.
2003: Reina: Ana Belen L. B.
Damas: Carolina A. A., Esperanza y Vanesa T. M.
2004: Reina: Ana V. M.
Damas: Aurelia M. S. y María del Mar Q. L.
2005: Reina: Eloisa B. M.
Damas: Sandra L., Mónica R. M. y Juana M. M.
2006: Reina: Estefanía R. M.
Damas: María Isabel P. A., Rocio M. R. y Saray T. B.
2007: Reina: Inmaculada H. M.
Damas: Jessica T. G., María José C. M. e Islha A. L.
2008: Reina: Margarita M. Z.
Damas: Rocio C. M., Vanesa J. O. y Rosa de Lima O. S.
2009: Reina: Manoli M. R.
Damas: Emily P. T. y Mirella R. M.
2010: Reina: Estela L. V.
Damas: Paqui S. S. y Cristina M. T.
viernes, 8 de abril de 2011
Alcandes de Gaucín
1799. Pedro Sánchez Heracid
1816. Manuel Medina Ximénez
1820. Francisco de Gálvez Fernández
1832. Juan Galván Valiente
1836. José Serrano
1876. Gervasio Jiménez Vinet
1883. Pascual de Molina y Salas
1886. Juan Calvente
1893. Eugenio Rodríguez Mellado
1899. Antonio Molina Fernández
1904. Manuel Medina
1905. Manuel Molina Domínguez
1907. Sebastían Dominguez Barroso
1908. Ildefonso Blanco Vázquez
1916. Antonio Molina Fernández
1918. Salvador de Molina
1925. Juan Calvente Faura
1930. Juan García Sánchez
1931. Joaquín de Molina Domínguez
1933. Prudencio Sánchez Collantes
1933. Joaquín de Molina Domínguez
1936. Domingo González
1936. Joaquín de Molina Domínguez
1936. Juan Moyano Añón
1937. Manuel Serrano González
1937. Manuel Serrano Valencia
1939. Miguel Domínguez Jiménez
1940. Manuel Velle Medina
1947. Manuel Serrano González
1947. Santos de Molina Morena
1951. Antonio de Molina Román
1951. Antonio Godino Salas
1960. Salvador García Corrales
1964. Tomás Vizcaino Gómez
1964. Emilio Castilla Castilla
1964. Joaquín Nieto Román
1971. Prudencio de Molina Serrano
1979. Luis Serrano Román
1987. Francisco Gómez Román
1999. Francisco Corbacho
2008. Teodoro de Molina
2009. Francisco Ruiz Sánchez
2010. Francisco Macias
2011. Pedro Godino Martin
1816. Manuel Medina Ximénez
1820. Francisco de Gálvez Fernández
1832. Juan Galván Valiente
1836. José Serrano
1876. Gervasio Jiménez Vinet
1883. Pascual de Molina y Salas
1886. Juan Calvente
1893. Eugenio Rodríguez Mellado
1899. Antonio Molina Fernández
1904. Manuel Medina
1905. Manuel Molina Domínguez
1907. Sebastían Dominguez Barroso
1908. Ildefonso Blanco Vázquez
1916. Antonio Molina Fernández
1918. Salvador de Molina
1925. Juan Calvente Faura
1930. Juan García Sánchez
1931. Joaquín de Molina Domínguez
1933. Prudencio Sánchez Collantes
1933. Joaquín de Molina Domínguez
1936. Domingo González
1936. Joaquín de Molina Domínguez
1936. Juan Moyano Añón
1937. Manuel Serrano González
1937. Manuel Serrano Valencia
1939. Miguel Domínguez Jiménez
1940. Manuel Velle Medina
1947. Manuel Serrano González
1947. Santos de Molina Morena
1951. Antonio de Molina Román
1951. Antonio Godino Salas
1960. Salvador García Corrales
1964. Tomás Vizcaino Gómez
1964. Emilio Castilla Castilla
1964. Joaquín Nieto Román
1971. Prudencio de Molina Serrano
1979. Luis Serrano Román
1987. Francisco Gómez Román
1999. Francisco Corbacho
2008. Teodoro de Molina
2009. Francisco Ruiz Sánchez
2010. Francisco Macias
2011. Pedro Godino Martin
miércoles, 5 de enero de 2011
La miera, un producto olvidado
La miera es el resultado quemar ramas gruesas del Enebro (Juniperus oxycedrus L.), obteniendo así la resina de esta. La miera es una resina viscosa de color negro, utilizada en la ganadería para sanar heridas.
Para su obtención se hace un agujero en el terreno similar a una calera, se coloca un recipiente metálico con una salida en el fondo con las ramas del enebro y se sella, a continuación se le prende fuego y al cabo de unos minutos comenzara a escurrir la resina.
La miera, que no la...
Para su obtención se hace un agujero en el terreno similar a una calera, se coloca un recipiente metálico con una salida en el fondo con las ramas del enebro y se sella, a continuación se le prende fuego y al cabo de unos minutos comenzara a escurrir la resina.
La miera, que no la...
martes, 4 de enero de 2011
Los usos del pitón
El pitón es la inflorescencia de la Pita (Agave americana), este suele salir en la madurez de esta y alcanza una altura de seis a ocho metros.
Esta planta cuenta incluso con una adivinanza:
Nace hembra y muere macho ¿que es ?
La cepa de este se utiliza para hacer zambombas, el interior de este es blando y jugoso, lo cual no impide que pueda ser vaciado. Después solo hay que ponerle la piel de cordero y la caña y ya tenemos una espléndida zambomba.
Otro uso del pitón era aprovechar este para hacer escaleras. El modo de hacerlos es perforar la pared de dos pitones tantas veces como peldaños se necesiten y en función de la longitud de estos.
El único inconveniente es que las escaleras hechas con pitón no pueden mojarse, ya que al humedecerse las fibras de estos pierde consistencia y la escalera deja de tener uso.
También se usa de manera ornamental, al sustituir al pino o abeto de Navidad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)